Tuve pánico. Un miedo atroz y cuasi desconocido.
Pero no a la muerte, sino a morirme sin haber dicho algunas cosas.
Es como una pulsión, una necesidad.
Está mucho más allá de ser un simple temor.
Pero no sé cómo decir y no digo nada.
Porque también sé que no es necesario que diga nada.
Las palabras.
Son tan promiscuas y tan inútiles.
Pobrecitas.