martes, 18 de noviembre de 2008

Pleasures de Lauder

27 la espiaron


Ahí estaba. Sentada mirándose las manos. Midiéndose cuidadosamente el largo de sus uñas de un solo vistazo. Cual forense tratando de descubrir en cada pliegue un resto de aquella piel que había acariciado durante tanto tiempo.

Un solo resto físico indicaría que no había sido un sueño ni un espejismo y que la sensación de vacío que sentía era sólo provocada por un malestar ajeno al alma.

Bajó los ojos en busca de aquellas molestas bolitas que empecinadamente se hacían en su pullover de lana azul a lo largo de las mangas y que afanosamente trataba de despegar, como aquel nombre que se le abrojó en el corazòn y evita pronunciar pausadamente buscando aquella música que acompaña a la palabra amor.

Suspiros y más suspiros tratando de contener lo que sabe es inevitable.

Se escucha una canción de fondo - algo de Veloso - mucha saudade, mucha agonía de soledades acurrucadas a las sombras de las almohadas.

Olores a mentas y retamas, el olor de aquel perfume, el que quedó guardado en su memoria olfativa y hace que se dé vuelta con premura en la calle, Pleasures de Lauder. Pleasures, pleasures.... retumba su cabeza. Placeres, tanto placer que ahora le duele el cuerpo cuando éste reclama por su ausencia.

La lluvia pega en el ala de su sombrero y un leve goteo salpica su cara. Dulce sobre salado. En su imaginario el recuerdo de la lluvia que golpeaba sobre el aire acondicionado de esa habitación barata. Media luz y media tarde. Promesas cumplidas entre fantasías y realidades.

Llueve.

Llueve.

Se incorpora pesada y lentamente. Mete en los bolsillos los puños apretados, como tratando de aferrarse a algo; tal vez hurguetea el fondo de su saco con la ilusión de encontrar...

¿QUÉ...?

¿Una palabra que no suene hueca? ¿Un afecto que sea cierto? ¿Un beso que no sepa amargo y a otra boca?

Camina por la ciudad mirando, buscando quien sabe qué cosa en la mirada de la gente. Todo suena frío y lejano.

Sólo mira las puntas de sus botas.... un paso... otro.... un tac... tac... tac.... resuena en la vereda.

Tac.
Camina.
Tac.
Suspira.
Tac.
Pleasures.
Tac.
Puños apretados.
Tac.
Furia contenida.
Tac.
Sabor agridulce.
Tac.
Te quiero.
Tac.
No debo.
Tac.
No puedo.
Tac.
No quiero.
Tac.
Te amo.

El ruido de aviones zumba sobre su cabeza y los mira con ojos yermos, las ilusiones secas y el alma congelada.

Ahí se queda. Quieta. Muda. Sola. Sola. Sola. Mirando como las nubes negras de la tormenta se tiñen de rojo. El mismo rojo que gotea en la vereda.

Un pequeño hilo de sangre chorrea por sus botas negras. Encontró al fin lo que buscaba en el fondo de sus bolsillos de puños apretados.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Bancame un toqueçao

24 la espiaron


VOS – santa mujer – sabes perfectamente de lo que te hablo. Estás agachada tratando de que el upite no toque el inodoro, de que los pantalones no lleguen al piso así no se te mojan con esa mezcla que flota (que andá a saber que carajos es pero por las dudas entrás al cubículo en puntas de pie y abriendo la puerta con el codo poniendo cara de asco), rogás que el gancho para colgar la cartera y/o mochila esté en condiciones aceptables como para cumplir con sus funciones aunque suele suceder que esto no sea así y terminas con la cartera colgada al cogote – eso en el mejor de los casos porque muchas veces te toca sostenerla con los dientes.

Cuando lograste hacer pis te das cuenta de que no hay papel y que por esas putas casualidades no tenés puesto el salvador care-free que mantendrá esa última gota fuera del alcance de tu moma. Abro un paréntesis para explicarle a los hombres que para una mujer sacudir la última gota es complicadisisísimo dado que estamos con las piernas semidobladas y en un espacio reducido, a eso sumen que nuestra uretra no tiene – como en el caso masculino - una manguera adosada y por lo tanto la sacudida consiste en hacer movimientos epilépticos con el traste de arriba hacia abajo corriendo el riesgo de salpicarnos las piernas y las patas, se nos caigan las cosas de la cartera que tenemos colgada del cuello y nos demos la cabeza contra la puerta cayendo estrepitosamente sentadas sobre el inodoro que tanto queríamos evitar.

Con la mano que te sobra provocás un mar de fondo en la cartera buscando la bolsita de carilinas, te encontrás revolviendo ese cúmulo de cosas que nunca sabés bien para que carajos llevás y volvés a recordar a los hombres meando parados felices de contentos usando una sola mano mientras con la otra hasta pueden atender el celular.

El tuyo indefectiblemente sonará cuando estés agachadita sin ni una sola mano libre; justamente será la llamada del tipo que te gusta, el que dejará un mensaje diciendo que bueno... veo que estas ocupada; llamaba para invitarte a cenar/tomar mate/ir al cine/pasear bajo la lluvia/ mirarte las tetas/darte 4 besos/revolcarnos un rato/sobarte el tujes/tomar mate otra vez. Entre pucheros escuchás como te corta sin más y vos antes de llamar y decirle ay perdón.. es que justo cuando me sonó el celu estaba haciendo pichín en un baño público con las can can a la mitad preferís la soledad eterna en el destierro de tu cubículo de baño público.

Obviamente que todo este periplo te lleva tiempo. No es fácil todo el proceso y cualquier mujer lo sabe, pero siempre hay una que entra al baño como entraste vos - con la vejiga que le explota porque se resiste a hacer uso del baño público - y después de mirar por debajo de las puertas viendo que en todos hay dos patas en perfecto equilibro elije una al azar (que da la puta casualidad que es la tuya) para golpear o tratar de abrir y espetar ¿Hay alguien? o ¿Te falta mucho?

Seguidamente ponés tercera apurando el paso y te secás con el carilina (el que se como es chiquito no alcanza para lo que es requerido y terminás con la mano mojada de pishata), te sacás la manija de la cartera de la boca y apurada gritas OCUPADOOOOOO!! mientras sostenés la puerta con la cabeza rogando que nadie te empuje de culo al inodoro.

Ya las gambas no te dan más y te tiemblan un cachito por lo que anotas mentalmente hacer otra serie de 8 de sentadillas y estocadas en el gimnasio para fortalecer piernas y glúteos. Estás ahogada de calor, te chivaste tanto que parecés recién bajada de la bicicleta de la clase de spinning, los pelos sobre la cara que te molestan, te pica la nariz y te babeaste tanto que tenés la garganta reseca por sostener la cartera con los dientes.

Sin perder la compostura ni el glamour de a poco te acomodás la facha y salís del cubículo colorada como huevo de tractorista para lavarte las manos en esas míseras piletitas que como tienen un timer o un sensor el agua sale cuando se le da la gana y por el tiempo que a un tipo se le antojó es el que VOS necesitas para lavarte y enjuagarte todas esas bacterias que se te pegaron en el baño de mierda (eso siempre y cuando en el dosificador de jabón encuentres algo, caso contrario será sólo una remojadita).

Te volvés a colgar la cartera al hombro, te calzas la puta e infaltable botella de agua debajo del brazo - que todas las minas llevamos en la mano porque no entra en ningún lado y ni en estado catatónico dejarías sobre la mesada de ese baño - quedando nuevamente en una postura ridículamente incómoda con los coditos pegados al cuerpo y medio torcida para que la cartera no se te caiga del hombro y vaya a para dentro de esa piletita o toque la mesada que está que parece la Laguna Azul pero sin los adolescentes corriendo en pelotas por la playa.

Con las manos chorreando te das cuenta de que las toallas de papel están en la otra punta y que para usar el secador de manos de aire caliente tenés que esperar tu turno con las extremidades chorreantes orientadas hacia el cielo en un gesto que a esta altura del partido roza lo bíblico. Te mojás los puños de ese saquito divino que te estabas estrenando y ya sin paciencia pegás unos sacudones al aire como para sacarte los anillos mientras el resto te lo secás entre la ropa y el pelo.

Te sentís un poco mejor y ya frente al espejo te acomodás un poco el maquillaje, te peinás un poco porque te quedaron los pelos como si fueses un avestruz hawaiano, te acomodas las tetas dentro del corpiño porque de estar agachadita se te puso el push-up de gorro, controlás que no te haya quedado ningún pedazo de papel pegado a las suelas cual loco barrilete, girás 90 grados frente al espejo y te miras el culo porque ya te pasó una vez de salir con la pollera enganchada a la moma sin nadie que se digne a avisarte que estas caminando con el culo al aire.

Salís del puto baño público con la frente alta a enfrentar al mundo nuevamente con la seguridad de haberle ganado la lucha a un Titán y si sonara Carrozas de Fuego de fondo te sonreirías triunfante.

Llegás al pasillo donde te espera tu amigo con cara de poca paciencia y bufando se despacha un no se qué carajos hacen las mujeres en el baño que tardan tanto... si SÓLO hay que ir a mear! Tu cara de culo no tiene nombre y tenés ganas de escupirle un ojo a ese tarado que se dice tu amigo pero no es capaz de ofrecer llevarte la puta botella de agua; ni hablemos de que cargue con tu mochila llena de mierdas inútiles pero tuya al fin. Entre murmullos y con leves empujoncitos en el hombro le revoleás un bueno.. caminá... dale rogando que él tenga al menos una vengativa gota en la bragueta que te reivindique como mujer.

Todo esto se podría haber evitado si decias NO el domingo a la tarde cuando tu amigo te llamó para invitarte a pasear al shopping y al tener ganas de hacer pis tomaste aire profundo - sabiendo lo que te esperaba - y con la frente alta dijiste ya vengo, bancame un toqueçao que voy al baño.